Por: Fernando M. Hernández | 3 minutos
“Al emprender, uno cree que se acabaron las órdenes, los fines de mes, el atraso en los pagos y las vacaciones de 5 días. Emprender para ser tu propio jefe, es ser tu mejor versión como empleado.”
En más de una oportunidad, me ha tocado vivir en medio de una consultoría, la transformación casi superheroica de un empleado a punto de convertirse en un emprendedor.
Muchos creen y consideran que con el solo hecho de tener una buena idea, algo de inversión inicial y el deseo poderoso de dejar de ser un empleado, es suficiente para escapar de su jefe actual y convertirse en su propio jefe.
Claro, sin duda alguna, hay casos en los que esta fórmula mágica sucede, pero solo al inicio, ya que con el pasar del tiempo, este emprendedor, que a la vez es su propio -nuevo- jefe, se da cuenta de que sin ningún tipo de capacitación, coach, y sin plan de negocio, su próximo éxito será el fracaso.
Si nos guiamos de encuestas, nos dicen que más del 75% de los emprendedores, con o sin éxito demostrable, sea cual sea el rubro, desean convertirse en emprendedores con el único fin de ser sus propios jefes.
Y no están para nada errados en su teoría, el ente emprendedor les cumple el deseo de forma instantánea, ahora la cuestión es: qué esperan estos empleados emprendedores de su jefe interior.
Hace muchos años, en uno de mis primeros emprendimientos, creí que ser mi propio jefe era el mayor beneficio que había logrado a la corta edad de 16 años.
Un emprendimiento de muy baja producción con un alto margen de ganancia con una cartera de clientes escasa, pero más que suficiente, me daba de utilidad por semana, lo mismo que un empleado de comercio ganaba por quincena. Me dije a mi mismo, lo lograste.
Al paso de unos meses, trabajando solamente de jueves a domingos, y los domingos entregando por la tarde, ya que al mismo tiempo estaba cursando la secundaria, llegaba el día en el que tendría mi primer fracaso como jefe y mi primer éxito como emprendedor.
Un amigo me invito a salir a bailar, motivo de su cumpleaños, día sábado, el cual yo desde las 22:00 hs hasta las 02:00 hs usaba para empacar el producto a entregar, y creyendo que podría salir y no dormir para quedarme empacando todo para la entrega, acepte ir, total, quien me diría que no, si soy yo mi propio jefe.
Actuando en mi defensa, debo decir que siempre fui muy responsable y cumplidor de mi palabra, para mí era importantísimo cumplir, cumplir era cumplir.
Llegué a casa de mis padres después de festejar el cumpleaños de mi amigo, me acerqué a la cocina, contento, porque si bien estaba cansado, eran las 06:00 am y los mates me ayudarían a despertarme un poco más, mientras escuchaba los pajaritos cantar y la luz del sol parecía un cuadro perfecto.
Para que se den una idea, mi labor de ese momento era como si tuviese que envolver cajas de zapatos con un papel celofán, etiquetas, bolsas y poner todo en cajas grandes para luego llevarlo al baúl de un auto.
Muy contento, y con todo listo creyéndome que había inventado el sistema de Ford de producción en línea para acelerar mi tarea entregar e irme a dormir, me acerque a la heladera para poder agarrar el producto a empacar, y ahí, en ese mismo momento, conocí a mi jefe interior el cual se enfureció repentina y sorpresivamente con mi lado emprendedor.
¿Qué paso? ¿Quién tocó mis cosas? ¿Quién desenchufo la heladera? Grité en silencio porque toda mi familia dormía.
Para resumir: en el medio de la noche, hubo un corte de luz, de esos que se va y vuelve 3 veces en menos de 15 minutos, y por error, cortaron la térmica donde estaba enchufado el microondas, la heladera, la cocina, la radio de la cocina, la cafetera, y la pava eléctrica.
Claro, todo lo demás funcionaba, y jamás pensé mientras preparaba las etiquetas, los papeles, los envoltorios, los folletos de agradecimiento, las bolsas, armaba las cajas, etc. que alguien podía haber desenchufado todo por error.
Mi lado emprendedor dijo: no pasa nada, el cliente va a entender, lo entregarás en unos días, o le haces una entrega doble el próximo domingo; pero mi jefe me decía: no, eso no es posible, se van a enojar, no te van a pagar, la gente va a ir a buscar el producto y no lo van a tener, van a comprarle a otro.
Así, en menos de 60 minutos, con sueño, atormentado por el rayo del sol, con la pava eléctrica que jamás calentó el agua, comprendiendo que no había levantado aún la térmica, tuve mi primer y mejor lección: el emprendedor tiene dos jefes interiores, un jefe exigente y un jefe permisivo.
Acá ya no importa si el emprendimiento tiene o no el éxito esperado, la inversión necesaria, el capital suficiente, lo que está sumamente claro, es que de estos dos jefes depende tu negocio.
El respeto que como emprendedor le tengas a ambos es el resultado que obtendrás en el presente y en el futuro de tu emprendimiento.
Si siempre le haces caso al jefe permisivo, tus resultados serán librados al azar, y lo más seguro es que sean negativos.
Sin embargo, si siempre le haces caso a las decisiones de tu jefe exigente, el resultado puede que sea positivo, pero sin dudas vivirás estresado, y sobre exigido, por ende, tarde o temprano, los resultados irán también por un camino negativo.
Allí, en ese momento, casi sin darme cuenta, formule mi primera teoría emprendedora.
Todo emprendedor está compuesto de dos jefes: uno permisivo y uno exigente, pero tiene como tarea éste emprendedor, forjar el mejor -jefe interior- que nuestro lado emprendedor necesite.
Por eso mismo, emprender, a veces, es una de las decisiones más fáciles de tomar porque nuestro jefe permisivo nos hace creer que todo es fácil y posible.
Y a la vez es uno de los caminos más difíciles que me ha tocado transitar, porque cuando el jefe exigente aparece, pareciera que nos quiere hundir, pero si sabemos leerlo, solo nos quiere ayudar.
Y es ahí, cuando comprendemos que emprendiendo, somos generadores de nuestro propio camino, y mediante la experiencia con ambos jefes, es que descubrimos nuestro verdadero jefe interior, nuestro jefe emprendedor.
Sin duda, puede que a largo plazo, ser emprendedor traiga consigo el beneficio de ser tu propio jefe, incluso hasta valorar y respetar a aquellos de los que escapamos; pero nunca olvides, que como emprendedor, serás vos mismo el que elija que tipo de jefe quieres ser.
Por: Fernando Martín Hernández (columnista). Empresario y emprendedor. Comunicador y escritor sobre emprendedurismo liderazgo y motivación.